ANECDOTARIO DE -18°C y 28°C

 



En el 2do mes del año, en México se despejaba el invierno según el orden natural de las estaciones. Aunque realmente las temperaturas que sentimos en el sur del país y en la península de Yucatán precisamente, van de entre los 28°C y 30°C (frío, ¡claro!).

Era un viaje esperado, celebrar un cumpleaños en un lugar desconocido, con amigos, lejos de casa y con el factor mágico: LA NIEVE.

Canadá era el destino. Un lugar maravilloso con “fácil” acceso para los mexicanos al no solicitar visa. Precios accesibles, vuelos directos y la emoción de volar por los aires. Al final, el destino en sí también era el clima. En Toronto el clima es de tipo continental: los inviernos son fríos y con nieve, mientras que los veranos son calurosos y húmedos. El invierno dura 3 meses, de diciembre a marzo.

Y es que conocer la nieve debe ser el sueño de muchos que están del otro lado del globo, al menos para mí fue maravilloso.

Desde que salí del avión en el pasillo que conecta la entrada al aeropuerto, la sensación era como entrar en un congelador. En la calle, era inevitable el frío que entraba en mis pies y manos. Me puse guantes y chamarra encima. Pedí direcciones para el autobús al centro y un chico alto me gritó ¡NO TENGO IDEA!

Luego, alguien muy amable si me ayudó.

Al llegar a mi destino la vi. Estaba entre los edificios, en el suelo, a la orilla de las ventanas y balcones, no pude evitar recogerla, sentirla y admirarla. La nieve era hielo trozado, un raspado como bien le conocemos en México. Y era natural.

Al paso de los días y dependiendo de las situaciones, encontraba el clima exquisito o demasiado para mí.

En cualquier caso, lo mejor fue una noche al salir de un bar a las 2 de la mañana, comenzó a nevar en la madrugada de mi cumpleaños.

-18°C marcaba mi celular. Di vueltas, baile, grité y me recosté en el piso de un parque para hacer angelitos de nieve. Algo inolvidable. Días después no podía dormir en la noche por la tos y la gripa que atacó mi cuerpo caribeño.

El viaje llegó a su fin. La pasé increíble, comí delicioso, me enfrenté a cosas nuevas y lo hice de manera independiente. El mejor cumpleaños.

Esperando abordar el avión, no pude evitar llorar mientras me despedía de mis amigos. Jamás sentí tantas ganas de quedarme en un lugar desconocido y ajeno a mí. Subí al avión, miré una película y aterricé de nuevo en territorio mexicano.

Nuevamente me encontré con el pasillo que conecta al avión con la entrada y mi nariz se humedeció, 28°C marcaba mi celular unas cuantas horas después.

Poco a poco dejé esa sensación de tensar los músculos por el frío y me solté un poco más.

Afuera del aeropuerto ya se respiraba un aire caliente, húmedo y dispuesto a regresar a mi cuerpo su temperatura base.

Literalmente, el calor de familia me trajo de nuevo al ambiente de casa, del hogar. Y las anécdotas comenzaron, los suvenir salieron de la maleta y el recuerdo aún sigue latente, por que como se olvida sentir un frío de - 18°C y un calor de 28°C en una semana.

Deseo de todo corazón, que los que no conocen la nieve, lo logren y que para disfrutarlo al máximo, no se enfermen en el camino.

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